La divisa europea se ha revalorizado un 22% respecto al dólar desde enero 1999
Con calculadoras, ajustes en los sistemas informáticos y mucha expectación. Así recibieron el 1 de enero de 1999 banqueros, inversores y empresarios a la divisa única que estrenaban 11 países de la Unión Europea. El euro, gestado entre tensiones, dudas y vacilaciones, llegaba por fin a los mercados financieros. Faltaban todavía tres años hasta que los europeos pudieran pagar en la panadería o la gasolinera con los nuevos billetes, pero en el parqué una nueva divisa con el peso de todo un proyecto común europeo plantaba cara al todopoderoso dólar.
A punto de cumplirse 10 años de aquel día, un balance rápido dibuja una moneda en plena forma. Desde el cambio oficial fijado el 31 de diciembre de 1998 con la firma de todos los responsables de economía de los países que se embarcaban en la aventura (cada euro valía 1,16 dólares, 132,8 yenes y 0,70 libras), el valor de la moneda ha crecido un 22% respecto a la estadounidense y un 38% respecto a la británica. Las autoridades y políticos de finales de los noventa pusieron en el euro tres grandes expectativas: conseguir un contrapeso al dólar, aumentar las inversiones y conseguir una mayor convergencia en las rentas europeas. "El último punto se ha conseguido sin duda", explica Julián Cubero, economista del servicio de estudios de BBVA. "La renta española se acerca al 95% de la media de la Unión. Cuando entramos éramos mucho más pobres", señala.
Tampoco se puede negar la creciente presencia internacional que ha ido adquiriendo la divisa europea. Según una encuesta publicada ayer por el Financial Times, la mayor parte de los europeos (el 70% de los españoles o el 66% de los franceses, por ejemplo) confían en que llegará a sobrepasar al dólar en 2014 como referencia mundial. Aún así, señala Cubero, todavía queda mucho por hacer, ya que las reservas monetarias de los países siguen siendo mayoritariamente en dólares.
La moneda única llegó inicialmente a Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal y España. A este último con un valor de 166,38 pesetas. "Ha beneficiado sobre todo a las economías más inestables, como era el caso de la española. La llegada de la estabilidad permitió una reducción de los tipos de interés", repasa Ángel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas). Los tipos más bajos mejoraron el acceso a los préstamos, y por tanto, trajeron una mayor facilidad de expansión para las empresas y para la economía interna.
La expansión inmobiliaria, por ejemplo, no puede entenderse sin el Euríbor. Nacido al calor de la divisa única, este índice usado en general para establecer los intereses hipotecarios, es en realidad una tasa extraída del interés al que los principales bancos se prestan el dinero. Empezó a caminar en el 3,20%. En junio de 2006, en pleno apogeo del ladrillo, se había estrechado hasta el 1,9%.
Ésa ha sido la cruz del euro en España. "Con la facilidad del crédito y la capacidad de inversión, se disparó un crecimiento basado en un elevado consumo interno y una inversión inmobiliaria vinculada al gran endeudamiento", lamenta Laborda. Esto explica en parte que en un momento como el actual, la crisis golpee con saña a España. Además, se han perdido algunas herramientas de política monetaria, como devaluar la peseta para tirar de las exportaciones. Aún así, matiza Laborda, la unión monetaria conviene. "España ha sido uno de los grandes beneficiados, porque hicimos bien los deberes".
Aún así, según los expertos, no podemos olvidar que tras sus primeros años de vida de bonanza, se enfrenta ahora a una nueva etapa. ¿Sobrevivirá a la crisis? Islandia, en bancarrota, se plantea pedir la entrada en la Unión Europea. Reino Unido estudia volver a incluir el euro en la agenda de discusiones pendientes. "Si la gente quiere entrar en el club, es que el club funciona, ¿no?", zanja Cubero.
Fuente: elpais.es